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Por Ángel García.
Santo Domingo, RD. – Las gafas de la amet, cual cámara de alta resolución, captan al motorista que se va en rojo y le dice adiós con el «dedo mayor» levantado para celebrar su osadía, a los conductores imprudentes que no terminan de entender que el paso de cebra no es para estacionarse.
Las gafas de la amet, también capturan al limpiavidrios equilibrista que lanza su esponja cual Tarzán en la selva, al parqueador que reparte más títulos que un rector uasdiano tratando de atraer clientes: «doctor, licenciado maestro…»
Las gafas de la amet ni siquiera entienden por qué la gente le sigue llamando así, cuando esa institución tiene cinco años llamándose Digesett.
En las gafas de la amet se refleja las inclemencias de un sol intenso a las 2:00 de la tarde en la San Martín con Gómez, el chófer que le cuenta la «real movie» tratando de evitar la multa.
En una media isla famosa por su «magistral forma de conducir», cualquiera que crea que ha visto mucho, no ha presenciado ni la mitad de lo que han captado las gafas de la amet.
